Por la rabieta de una señora, que ni era su señora, ni era nada, en medio de un bailoteo donde todos se ponían como cubas y algo más, al tonto del rey Herodes no se le ocurre otra cosa que prometerle a la hija de su amante lo que quisiere, aunque fuere la mitad de su reino.
Los reyes han sido muchas veces, no siempre, los ciudadanos más tontos del país. Y los más caprichosos y anormales de toda la corte. Y entonces va y le dice a la tía aquélla que le va a dar aunque sea la mitad del reino.
Y aquella chiquilla, que no se daba cuenta de lo que estaba sucediendo para el resto de la historia de la humanidad, va donde la pájara de su madre y le dice que a ver qué le va a pedir al rey. Y la otra, mala pécora, le dice que le traigan la cabeza de Juan el Bautista.
¿Se habrá hecho en la humanidad alguna injusticia tan gorda como ésta? ¿Aparte de matar a Jesús entre todos, la humanidad habrá cometido una barbaridad tan gorda como aquella de pedir en una bandeja la cabeza de Juan el Baustista? Yo dudo mucho de que los seres humanos hayamos hecho otra más gorda.
Los profetas siempre han muerto con un cuchillo en la garganta, con una cruz sobre los hombros, con una bala en la cabeza o con una soga al cuello.
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