La Iglesia con la meditación de la pasión del Cristo y con la adoración de la Cruz conmemora su origen de la cadera del Dios, que intercede por la salvación de todo el mundo sobre la cruz. En este día no se celebra la eucaristía. El sacerdote y los ministros van al altar en silencio, sin canto ni música, hecha la reverencia al altar, se postran en tierra; esta postración como ritual propio de este día, asume el sentido de humillación del hombre terrenal y participación al sufrimiento de Cristo.
La Cruz es al centro de este día y de la celebración: la Cruz, en efecto, es contada en la liturgia de la Palabra, enseñada y celebrada en la adoración de la Madera y recibida, cuál misterio de la salvación, en la Comunión eucarística.
La celebración de la pasión de Cristo hace emerger justo esta riqueza del símbolo de la Cruz: muerte y vida, infamia y gloria.
Tres aspectos, entre los otros, pueden ser objeto de particular cura:
La Liturgia de la Palabra de este día nos hace entender cómo el viernes santo no es un día de luto, pero de amorosa contemplación del amor del Dios Padre, para purificar y renovar en su sangre la alianza nupcial. En la primera lectura escuchamos el IV del siervo del Dios, despreciado y repudiado de los hombres. Pero es más que todo en el cuento de la Pasión del Dios según el Evangelio de Giovanni que emerge la glorificación de Cristo, su exaltación sobre la cruz, el cumplimiento de la hora en que la nueva alianza es sancionada de modo definitivo por Dios en la sangre del verdadero Cordero pascual.
El Ruego Universal en forma tradicional "por el sentido que ella tiene de expresión de la potencia universal de la pasión del Cristo, colgado sobre la cruz por la salvación de todo el mundo." La salvación para el hombre creyente, afligido y oprimido, es justo el fruto que cuelga del árbol de la cruz.
La adoración de la Cruz de desarrollarse "con el resplandor de dignidad que conviene a tal misterio de nuestra salvación." En esta articulada secuencia ritual la Cruz es al centro de la atención: no es sencillamente una imagen que mirar, pero en cuanto alcance, velada, contemplada y besada, se pone en contacto con los cuerpos y los experimentados de los fieles. Una ejecución veloz y torpe de este momento impediría aquella implicación total de la persona que se califica como auténtica profesión de fe, expresa en la pluralidad de los lenguajes
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