El Lunes Santo es el primer día de la Semana Santa, y da inicio a una serie de celebraciones que culminan con la Semana Santa.
Durante este primer día analizamos el pasaje evangélico que habla de Jesús que, después de haber resucitado a su amigo Lázaro, se encuentra ahora en su ciudad, Betania, a pesar de que los sumos sacerdotes han decidido matarlo.
Está con sus discípulos, y se le ofrece un banquete donde sirven Marta y María, las hermanas de Lázaro, quien también está invitada. “María entonces tomó una libra de aceite perfumado de nardo verdadero, de mucho precio, roció los pies de Jesús y los secó con sus cabellos, y toda la casa se llenó del olor del ungüento”.
La acción realizada por la mujer deja a todos estupefactos: en absoluto silencio, al realizar el gesto, se suelta el pelo, algo que a las mujeres sólo se les concede en presencia de su marido. El suyo es un regalo de gratitud y devoción total.
El aceite utilizado para la unción es muy caro, y uno de los apóstoles, Judas, observa que es un verdadero desperdicio, porque el producto podría haberse vendido y donado a los pobres: en realidad le gustaría robar el dinero de la comunidad común. fondo, como es habitual. Es como si le estuviera dando un valor monetario a un gesto de generosidad, de amor, pero el amor no tiene precio.
Y Jesús prontamente le responde: “Déjala hacerlo, para que lo guarde para el día de mi sepultura. De hecho, siempre tenéis a los pobres con vosotros, pero no siempre me tenéis a mí", como diciendo que el recuerdo de aquel gesto le acompañará hasta la muerte, dado que los condenados a muerte, en aquella época no recibían sepultura y por tanto no podían ser ungidos con aceite perfumado, como era costumbre. Es como si María ya hubiera comprendido y aceptado que Jesús es el Mesías, aunque sea crucificado y, por tanto, humillado.
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