Los santuarios dedicados a Maria son esparcidos en todo el mundo, porque la Virgen siendo mamá de todos, quiere estar vecina a todos sus hijos.
Uno de los más famosos santuarios es aquel de Loreto que encierra en si mismo la Santa Casa de Nazareth. El traslado ocurrió por mano de Ángeles el 10 de mayo de 1291. Antes fue transportada a Dalmazia. El Obispo del lugar, el gobernador y algunos romeros reconocieron en aquella casita la casa de Maria. Para tener de ello las pruebas, ellos mandaron en Palestina una comisión que constató que la casa de Maria desapareció de allá y los fundamentos quedados concordaron perfectamente con los muros del edificio aparecido sobre los montes dálmatas.
Pero quizás porque allì aquella prenda mucho querida no fue bastante honrada. Siempre por mano de los Ángeles, fue transportado en el territorio de Recanati, en un bosque, propiedad de una mujer llamada Loreta.
No se supo aquí con certeza de donde viniera y cosa específicamente fuera, de donde el B. V. apareció en sueño a un devoto suyo, y le manifestó que aquel pequeño grosero edificio fue su vivienda de Nazareth y que tuvo que ser de todo honrada. Este hombre divulgó enseguida la revelación pero la autoridad eclesiástica, para tener de ello indiscutible certeza, mandó diez hombres a constatar el hecho en Palestina. La Virgen luego con los milagros, confirmó la revelación hecha.
Despues de haber verificado la realidad del traslado, los fieles empezaron con gran fervor a honrar aquella casita y para poderla conservar intacta, primera os construyeron alrededor un muro de defensa, luego, con el concurso de los fieles de todo el mundo, fue construida la actual suntuosa basílica.
La devoción a este S. Casita se fue siempre màs extendiendo, y no se pueden calcular ciertamente todas las gracias que los fieles consiguen a los pies del Virgo Lauretana. Apenas entrados en la casita encerrada en la basílica, aparecen a los ojos de los devotos visitadores las cinco palabras que encierran en si una epopeya de misterio y amor: Hic Verbum, querido factum este. Aquí, justo entre estos muros, Jesús se encarnó, vivió y se preparó a la salvación de toda la humanidad pecadora.
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