Nacido en Quemán (al sur de El Cairo) y muerto en la Tebaida el 17 de enero del 356. La Biografía de san Atanasio (360) le hizo célebre; en cuanto a su cerdo, debe su fama a los cuadros de Brueghel, Teniers, El Bosco, Tintoretto, Veronés, Rosa, etc.
Antonio tenía veinte años cuando se fijó en esta frase del Evangelio: «Vende cuanto tienes, dáselo a los pobres, y ven y sígueme» (Lc, 18, 22). Se deshizo de sus bienes y se fue a vivir a las ruinas de un castillo en pleno desierto. Pasó allí veinte años. El famoso cerdo le había seguido: hacía ruido mientras dormía, le mostraba mujeres espléndidas, intentaba por todos los medios descorazonarle y obligarle a volverse atrás. Era el demonio. Sabemos gracias a la historia del poseído de Gerasa (Lc 8, 2633), que el vientre de los cerdos resulta hábitat delicioso para Satanás. A diferencia del doctor Fausto, Antonio nunca le tomó en serio; le despreciaba, se burlaba de él, ridiculizándole. No daba importancia a las palabras del «padre de la mentira», a los consejos de un torpe que había malogrado su propia carrera.
Hubo un período de siete años, del 305 al 312, parece ser, en el que Antonio consintió en aceptar discípulos, y su castillo se convirtió en el centro de una ciudad de monjes que le tenían por maestro. Después la soledad volvió a llamarle, se adentró en el desierto en dirección al mar Rojo, y allí vivió hasta una edad superior a los cien años.
MARTIROLOGIO ROMANO. Memoria de san Antonio, abad, que, habiendo perdido a sus padres, distribuyó todos sus bienes entre los pobres siguiendo la indicación evangélica y se retiró a la soledad de la Tebaida, en Egipto, donde llevó una vida ascética. Trabajó para reforzar la acción de la Iglesia, sostuvo a los confesores de la fe durante la persecución del emperador Diocleciano y apoyó a san Atanasio contra los arrianos, y reunió a tantos discípulos que mereció ser considerado padre de los monjes (356).
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