En el archipiélago del Hawai hay una isla maldita, la L. isla de Molokai, la patria de los leprosos.
Hace más de 100 años, de vez en cuando llegaba por allí un cargamento de enfermos, los arrojaba a la playa y los dejaba morir. Pero un día entre los muchos enfermos tirados a la arena, llegó un hombre sano y robusto, de 33 años. No llevaba maleta; sólo tenía un crucifijo en el bolsillo de la sotana. Se llamaba Damián, y había nacido en Bélgica; era el séptimo de una familia de ocho hermanos.
Trabajó en la isla para que los enfermos vivieran con alguna comodidad. Con la ayuda de ellos, arregló el desembarcadero, instaló una conducción de agua, abrió un almacén donde los enfermos podían adquirir gratis la ropa. Enseñó a sus gentes a cultivar la tierra, a plantar flores. Le llamaban "el hombre de los 36 oficios". Promovió el empleo del tiempo de ocio, organizó fiestas populares, creó una banda de música, y llegaron a cantar allí una misa de Mozart.
Sin saber medicina, cuidó a los enfermos mientras no hubo médico en Molokai. Se preocupó de mejorar la higiene. Allí estuvo durante 16 años, al cabo de los cuales murió como un leproso más. Había llegado sano y, por entregarse a los enfermos, llegó a hacerse leproso como los demás. Era religioso de los Sagrados Corazones.
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