Nació en Osca en España en el 226 de nobles y santos padres. Tantos fueron los regalos que recibiò en los Sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía, que pareció prevenido por la gracia; mientras todavía fue niño siempre se abstuvo de cada diversión pueril y fue a todo modelo de docilidad y santa inocencia. Recibida la primera instrucción en patria, pasó a Zaragoza para aprender cartas, y en esta célebre Universidad sus progresos fueron sí rápidos y maravillosos, que fue creído el mejor de todos los alumnos. En este tiempo el Obispo de aquella ciudad, viéndo en él una tal blancura de vida, le otorgó los órdenes del Ostiariato, del Lectorado y Esorcistato.
Encontrándose en la península ibérica al futuro Papa Sisto II, entonces arcidiacono de la Iglesia romana, habiendo oído hablar de las virtudes de Lorenzo, consigo lo condujo a Roma, donde personalmente tuvo cura de su formación. A la edad de 17 años, por su progreso en la ciencia y en la virtud, fue ordenado acólito del Pontífice Fabián, seis años después subdiácono y por lo tanto diácono: tuvo 27 años. En el 258, habiendo sido elegido a la Cátedra de Pietro Sisto II, Lorenzo se volvió arcidiacono de la Iglesia romana, encargo que corresponde a la actual dignidad cardinalicia.
Pero mientras la Iglesia trabajaba y se expandia siempre más entre los paganos, especie por la ardiente predicación de Lorenzo, se acaloró la persecución de Valeriano que al decir de San Dionisio fue de los más terribles.
Lorenzo fue encarcelado y torturado. Poco tiempo después también S. Sisto fue tomado y condenado a la cárcel. Mientras el Pontífice fue bárbaramente arrastrado por la soldadesca, se hizo encuentro Lorenzo que con el rostro mojado de lágrimas empezó a exclamar: " ¿Adónde vas, o Padre, sin tu hijo? ¿Por dónde te encaminas, o santo sacerdote, sin tu diácono?". Sisto le contestó: " Yo no te dejo ni te abandono, o hijo, pero a ti corresponden otros combates... Después de tres días me seguirás... Tomas las riquezas y los tesoros de la Iglesia y los distribuyes a quién tú quieres."
Lorenzo hizo diligente búsqueda de cuánto pobres y clérigos pudo encontrar en los barrios de Roma y les distribuyó todas las riquezas. Despues, saludado por la última vez a los Cristianos, se llevó de Valeriano que ya lo hizo llamar, y a la intimación de llevarle los bienes de la Iglesia, prometió que dentro de tres días se los habría enseñado. Recorridas las calles de la ciudad, recogió un gran número de pobres y se los condujo diciendo: " ¡He aquí los bienes de la Iglesia!".
Pero aquel hombre irritado gritó: " ¿Cómo te has atrevido tú bromearte de mí?... Yo sé que tú deseas la muerte... Pero no creas de morir en un santiamén ya que yo alargaré tus tormentos." Ordenó en efecto que Lorenzo fuera puesto sobre una parrilla de hierro candente y asado lentamente. ¡Pero en el corazón del Mártir ardió un incendio bien mayor! Cuando fue quemado por una parte, el verdugo ordenó que lo volvieran, y teniendo a los torturadores obedecidos, el Mártir con rostro sereno dijo: " Ahora podéis comer, porque mi carne ya es cocida bastante”.
Nuevos insultos salieron de la boca del prefecto pero el Mártir, con los ojos revueltos al cielo, se ofreció al Dios invocando sobre Roma la divina misericordia,
para animar una vez más los Cristianos presentes. Entre estos retortijones exhaló su gran alma. Fue el 10 de agosto de 258.
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