La espléndida figura de San Benedetto forma, en la historia del monachesimo occidental, una místico sistema planetario, de que el Patriarca es el sol; su hermana Escolar es la luna y las dos primeras estrellas son San Mauro y San Placido. La leyenda nos presenta a los dos primeros discípulos de San Benedetto, muy joven, en el momento en que son conducidos al Patriarca por sus mismos padres.
Mauro pertenecia a una familia senatorial romana. A las doce años, Mauro, nacido en Roma en el 512, fue presentado a San Benedetto. De hecho se lee en los Diálogos de San Gregorio Magno: " Perseverando él santo Benedetto en la soledad y crescendo en fama y en virtud... Los nobles y honestos hombres de Roma empezaron a ofrecerselos sus mismos hijos, para que los criara al servicio de Dios… y entonces, entre los otros, se le ofrecieron dos jóvenes de buena apariencia, es decir Mauro y Placido.
San Benedetto acogió con alegría tanto Mauro cuanto Placido, que fueronlas pupilas de sus ojos. Dócil como virgen encera, austero ya en su niñez y practicante la más absoluta abstinencia, Mauro fue llevado pronto por San Benedetto como ejemplo a los otros monjes más indóciles y también rebeldes al mordisco del gran reformador. Especialmente la perfecta obediencia estaba de consuelo al Patriarca y tenìa que ser de ejemplo a los otros religiosos. Por este, en los Diálogos, San Gregorio cuenta un episodio, del que son protagonistas justo los dos alumnos predilectos de San Benedetto.
Un día, de hecho, Placido, que había ido a sacar agua, cayó en un lago. San Benedetto llamó a San Mauro y le dijo de correr a la salvación del cofrade, que la ola alejaba de la ribera. San Mauro corrió hasta la ribera, y más allá, sobre el agua. Alcanzò el compañero y lo llevó de peligro. Sólo cuando fueron en el suelo " volviéndose atrás- a decir de San Gregorio- supo que había pasado por encima del agua”. Él cuál milagro - San Gregorio concluye - San Benedetto no atribuye a sus méritos sino a la obediencia de Mauro; y por otro lado Mauro decía fue hecho por sólo mandamiento y mérito de San Benedetto, y no por suyo”.
Solamente una vez el joven Mauro dio una pena a su maestro. San Benedetto fue perseguido por un pésimo sacerdote llamado Fiorenzo, que trató de oprimirlo de mil maneras. El indigno ministro de Dios murió, y Mauro, no sabiendo fingir, corrió a darle noticia a San Benedetto, con evidente alivio y satisfacción. El San lo regañó para aquella noticia con una áspera penitencia, que Mauro aceptó, reconociendo haber pecado.
Mauro siguió a San Benedetto a Montecassino, dónde se volvió prior y administrador del monasterio que tuvo que tener una historia muy gloriosa. Él ya estaba considerado el sucesor de San Benedetto. En ausencia del Patriarca, todos hablaban con èl, también para conseguir curaciones. Un día fue conducido en Montecassino un niño mudo. Se queria que San Benedetto lo bendijera, pero el abad no estaba allì. Y
fue justo en este momento que Mauro, para cuanto Prior, vuelve del trabajo de los campos, con la zapa sobre los hombros. Le presentan al niño mudo. Él desde antes no quiere. Luego, cediendo a los ruegos, lo bendice y lo cura.
Todos pensaban que el habría tomado el sitio de San Benedetto, en Montecassino cuando desde Francia fue solicitada una fundación benedictina. San Benedetto le confió a Mauro aquel delicado y laborioso encargo. Lo proveyó de la Regla, y lo mandó, con su bendición, en el lejano país. Y su predilecto fundó el primer monasterio benedictino en tierra francesa, en la ribera del Loira, en Glanfeuil. Hacia los 70 años, renunció a lo pastoral de abad para prepararse santamente a la muerte, que lo cogió repentina, pero no de sorpresa, el 15 enero del 584.
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