Nacido en Suabia; muerto en Bamberg (Baviera, Alemania) el 30 de junio de 1139.
Se le conoce con el apodo de Apóstol de Pomerania o también, como el Padre de los Monjes por haber fundado una veintena de monasterios. Tuvo, además, el inmenso mérito de haber puesto fin a la querella de las Investiduras (1074-1122) por la que se enfrentaron seis papas, cinco antipapas y diez emperadores de Alemania.
Enrique IV (m. 1105) le nombró primero capellán y después canciller. Tanto admiraba su talento y reverenciaba su santidad que le toleraba todos sus reproches, especialmente el de haberse vengado de la humillación de Canossa (1077): El emperador había tenido que cruzar los Alpes en pleno invierno y alcanzar el castillo de Canossa una noche para implorar misericordia ante el papa que lo había excomulgado. Pero años después se desquitó de san Gregorio VII al colocarle enfrente un antipapa (Clemente III, 1083) y conseguir enviar al exilio al susodicho Gregorio, en donde murió (1085). Enrique V (m. 1125), hijo y sucesor Je Enrique IV, tampoco consintió en separarse de Otón, a pesar de la fidelidad del santo a los pontífices romanos. Durante veinte años, Otón intentó persuadir a las dos partes en conflicto para que rebajasen a la mitad sus pretensiones: el sacerdocio debía limitarse a investir por la cruz y el imperio tendría que conformarse con investir «por la espada». Todas las Dietas le negaron la razón; incluso un concilio le llegó a condenar (Fritzlar, 1118). Hasta 1121, en el congreso de Wurtzburg, no consiguió imponer su tesis de la separación de la Iglesia y el Estado. De esta forma se abrió el camino a la conclusión del Concordato de Worms (1122), que puso fin a una situación escandalosa para la cristiandad durante demasiado tiempo.
En 1123 Boleslao 1V de Polonia solicitó misioneros para evangelizar la recién anexionada Pomerania. Otón, que tenía entonces sesenta y cuatro años y era obispo de Bamberg, respondió a su llamada. Partió a la cabeza de una tropa de voluntarios y, en cinco años, convirtió las ciudades principales de la región. Todo fue bien excepto en Julin, donde los caudillos paganos lo arrastraron por el lodo y lo apalearon. Murió cerca de los ochenta años, cuando se disponía a llevar el Evangelio a los isleños de Rugen, una isla del Báltico.
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