Es increíble la vida de este hombre, nacido en Burdeos, gran señor, gran poeta, gran político. A los 20 años hereda un fortunón: granjas, bosques, minas, esclavos y ciudades esparcidos por Francia e Italia. Estudia, viaja, es senador y cónsul de Roma, gobernador de Campania. Un superfenómeno que lo arrolló todo. Allí, en Campania, en Nola, descubre el sepulcro dcl mártir san Félix, y se queda prendado de él para toda la vida. "A las puertas de aquella iglesia sentí que mi alma se volvía hacia la fe". Se casa con una española que se llamaba Teresa. Se bautiza, porque hasta entonces no quería saber nada del asunto, y se instala en España donde les nace un hijo que muere pronto.
Es un matrimonio maravilloso. Venden sus bienes para ayudar a las familias más pobres. Y después de esto, a Paulino sólo se le ocurre, de acuerdo con su esposa, vivir una vida ascética junto al sepulcro de san Félix. Un día de Navidad, en Barcelona, el pueblo le obliga a aceptar el sacerdocio. Dos años más tarde toma camino de Roma, con su esposa, que ahora es, más bien, su hermana. En Roma causó admiración ver al antiguo cónsul vestido de humilde peregrino. Luego va a recogerse a su retiro de Nola, bajo la claridad del cielo napolitano, y los cristianos le obligan a ser su obispo.
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