S. Vincenzo Ferreri nació en Valencia en España el 23 de enero de 1350 de Guglielmo Ferreri y Constancia Miguel. Primera que naciera, la madre tuvo una señal del futuro tamaño de él: por tanto siempre lo tuvo como regalo especial de Dios y como tal fue educándolo. Frecuentó las primeras escuelas en la nativa Valencia, donde estudió la gramática y la dialéctica; en este, por feliz disposición de su carácter, superó a todos los condiscípulos.
A 17 años vistió el vestido de S. Domenico, mostrándose por toda la vida un modelo de observancia religiosa. Por la elevación de su ingenio, vino duro designado a maestro de filosofía de sus condiscípulos de Valencia. A 28 años consiguió la licenciatura de médico. El cardinal Pietro De Luna lo tuvo querido y lo quiso consigo en importantes despachos. Rechazó pero repetidamente las dignidades eclesiásticas que sin parar le fueron ofrecidas.
Empujado por celeste visión, preguntó y consiguió título y facultad de misionero apostólico por que, novicio Paolo, se dio a evangelizar todos los países más importantes de Europa: España, Francia, Inglaterra, Italia, Alemania; los principios y los obispos fueron a competición para tenerlo. La predicación fue el campo dónde empleó su gran ingenio y prodigadas el ardiente su celo: la suya fue una vida realmente apostólica, ya que entre muchas fatigas, viajes y predicaciones, no apagó nunca el rigor con que trató a si mismo.
Se afanó mucho por la extinción del cisma de occidente y para hacer convocar un concilio general a este objetivo: concilio que fue en fin convocado en el 1417, a Constancia, y en el que fue elegido Papa, con unánime consentimiento, Martino V. A él Vincenzo devolvió rápidamente como homenaje de la debida obediencia al solo pastor legítimo.
Más allá de que ser un hombre de gran celo S. Vincenzo incluso fue un hombre de iguales virtudes. Solia decir de si: " Yo soy un sirvo inútil y un pobre religioso: toda mi vida no es que hedor, yo no soy que corrupción en el cuerpo y en el alma." Ayunó todos los días excepto el domingo, y veló buena parte de la noche en oración. El demonio, envidioso de mucha virtud, buscó con los más formidables asaltos de inducirlo a pecar, pero fue todo inútil, siendo él fuerte del ruego y de la devoción a Maria SS. Inmaculada.
Dios hizo muchos milagros a través de él, a confirmación de su santa vida y predicación.
Después de muchas fatigas, habiendo gastado todas sus fuerzas por el servicio de Dios, fue a recibir el premio de los Apóstoles el 5 abril del 1418. Fue canonizado en el 1453 por Callisto III, al que, todavía jovencito, Vincenzo predicador profetizó el pontificado y la misma canonización por su medio.
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