Los cristianos de los primeros tiempos, como inmensamente mayores fueron las necesidades de la Iglesia, también tuvieron regalos y gracias extraordinarias. A ellos fue concedido a menudo el regalo de los milagros. Por este y porque profesaban la religión católica, que parecia absurda e impracticable a los paganos, fueron creídos brujos y habientes relaciones con los espíritus infernales. Mojados de estas falsas teorías, los paganos atribuyan por tanto a los cristianos cada desgracia privada o pública.
Si fueron derrotados en batalla, si les muriera un hijo u otra persona querida, o si otros fue impedido realizar sus deseos, a menudo inicuos, la culpa fue ciertamente de los seguidores de Jesús Cristo.
Fue así que Aproniano, gobernador de Roma, teniendo perdido un ojo en guerra, atribuyó la desgracia a las magias de los cristianos y se propuso de extirpar del imperio a aquellos hombres maléficos.
Entre los mártires más célebres, víctimas del furor y la venganza de Aproniano, fueron S. Bibiana.
Ella fue una virgen nativa de Ròma. Su padre Flaviano y su madre Dafrosa, con la hermana Demetria, fueron todos óptimos cristianos. Destapados e imputados como tales, Flaviano fue dimitido por el cargo, y después de haber sido chamuscado en cara con un hierro candente, fue desterrado a Aquapendente, donde pocos días después murió. Dafrosa fue decapitado fuera de la ciudad.
Quedaron Bibiana y Demetria que se animaron recíprocamente y se prepararon al martirio. Los dos paráis, por cinco meses probaron las privaciones y las estrecheces de la cárcel, después de los que Demetria, confesado generosamente la fe de Jesús Cristo, murió a los pies del juez durante el interrogatorio.
Sólo Bibiana quedó: Aproniano viendo que este no cedió a sus lisonjas, se agarró al medio más infame y diabólico. Encerrò la casta virgen en la cárcel con cierta Ruffina, mujer malvada y de pésimas costumbres porque la indujera al mal.
La joven pero tuvo la fuerza de resistir y superar esta última y grande prueba y de conservar puro la azucena de la pureza. Airado el gobernador por mucha fortaleza en un joven virgen, la hizo matar con las varas.
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