Elena, madre de Constantino I, llamado el Grande, nació de padre humildes en la provincia romana de Moesia, país de la orilla occidental del Mar Negro. El padre de Constantino, Constancio Clorus, quien había alcanzado el trono debido a sus éxitos militares, también era nativo de esa región. Según San Ambrosio, Elena era una posadera cuando Constancio la sacó de su humilde posición y la hizo su consorte. Existe una leyenda que relata que era hija de un rey británico, pero no hay bases históricas que apoyen esto. Sin embargo, es cierto que Constancio estuvo durante algún tiempo en Inglaterra, dominando una rebelión entre los pictos y los escoceses y que murió en York, pero se cree que entonces se había separado de Elena y te orado nueva esposa antes de esa época. A la muerte de su padre, el joven Constantino llevó a su madre a la corte de Bizancio, capital del Imperio de Oriente. La honró otorgándole el título romano de Augusta y también hizo grabar su imagen en monedas.
Todo el mundo sabe la historia de la dramática conversión de Constantino. El historiador de la Iglesia, Eusebio, cuya Vida de Constantino es una fuente de información principal de ese período, cuenta que en vísperas de una gran batalla, en el año 312, Constantino tuvo un sueño (en otros relatos se dice que tuvo una visión diurna, antes del sueño) en el que vio una cruz de fuego en el cielo y debajo de ella había unas palabras, en griego, que decían: ,
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