Maddalena nació en Verona el l° marzo de 1774 de noble y rica familia, tercera hija de seis hermanos. Su vida fue señalada enseguida por tristes episodios como la muerte del padre, la segunda bodas de la madre, la enfermedad y la incomprensión pero el Dios la guía hacia calles imprevisibles que Maddalena intenta con fatiga de recorrer.
Atraída por el amor de Dios, a 17 años desea consagrar la misma vida a Él y por dos veces intenta la experiencia del Carmelo pero el Espíritu le dice interiormente de recorrer una calle nueva: dejarse querer de Jesús para estar totalmente disponible a los hermanos afligidos por varias pobrezas. Vuelve en familia y, obligada de nuevo de acontecimientos dolorosos y de trágicas situaciones históricas de fin Setecientos, encierra en el secreto del corazón su llamada y se introduce en la vida del palacio Canossa, aceptando la administración del vasto patrimonio familiar.
Con empeño y dedicación, Maddalena absuelve sus deberes cotidianos y amplía el círculo de sus amistades, quedando abierta a la acción misteriosa del Espíritu que gradualmente plasma su corazón y la hace partícipe del amor del Padre para el hombre sobre el ejemplo de Maria, Virgen de los Dolores.
Encendida por esta caridad, Maddalena se abre al grito de los pobres hambrientos de pan, de instrucción, de comprensión, de la Palabra de Dios. Los descubre en los barrios periféricos de Verona, dónde los reflejos de la Revolución francesa, las alternas dominaciones de Emperadores extranjeros, las Pascuas veronesas, dejaron huellas de evidentes devastaciones y humanos sufrimientos.
En el 1808, superadas las últimas resistencias de su familia, Maddalena deja definitivamente el edificio Canossa para dar principio, en el barrio más pobre en Verona, a aquél que reconoce interiormente ser la voluntad del Dios: ¡sirve a los hombres más necesitados con el corazón de Cristo!
¡La Caridad es un fuego que se dilata! Maddalena se hace disponible al Espíritu que la guía también entre los pobres de otras ciudades: Venecia, Milán, Bérgamo, Trento. En pocas décadas las fundaciones del Canossa se multiplican.
El amor del Crucifijo Renacido arde en el corazón de Maddalena que con las compañeras se vuelve en testigo del mismo amor en cinco ámbitos específicos: la escuela de caridad por la promoción integral de la persona; la catequesis a todas las categorías, privilegiando los lejanos; la asistencia sobre todo a las pacientes de los hospitales; seminarios residenciales para formar jóvenes maestras de campo y preciosas colaboradoras de los curas en las actividades pastorales; corridos de Ejercicios espirituales anuales para las damas de la alta nobleza, al objetivo de animarle espiritualmente e implicarle en las varias obras de caridad.
La institución de las Hijas de la Caridad entre el 1819 y el 1820 consigue la aprobación
eclesiástica en las varias Diócesis donde las Comunidades están presentes. Papa Leo XII aprueba la Regla del instituto, con el Breve Si Nobis, el 23 de diciembre de 1828. Hasta el final de su vida, después de repetidos quebrados tentativas con don Antonio Rosmini y don Antonio Provolo, Maddalena logra también dar inicio al instituto masculino de ella planeado ya desde el 1799.
El 23 de mayo de 1831 a Venecia se abre el primer Oratorio de los Hijos de la Caridad por la formación cristiana de los chicos y los hombres, confiándolo al sacerdote veneciano don Francesco Luzzo, coadyuvado por dos laicos de Bergamo: Giuseppe Carsana y Benedetto Belloni.
Maddalena vuelve a la Casa del Padre a los 61 años. Muere a Verona asistida por sus Hijas el 10 de abril de 1835, viernes de Pasión.
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