Hay tres Marías en el Evangelio que fueron particularmente amadas por el Salvador, pero cuya identidad falta todavía por establecer: María de Betania (judía), María Magdalena (galilea) y la pecadora anónima de san Lucas (Le 7).
María de Betania era la hermana de Marta y Lázaro. Jesús frecuentaba su casa. El Evangelio muestra a María tres veces en escena (Lc 10; Jn 11; Mt 26); pero en ninguna parte se habla de sus pecados, a diferencia de la mujer que hace su irrupción en plena cena en casa de Simón el Fariseo, aquella que se echa a los pies de Jesús, los cubre de besos, de lágrimas y de perfume. San Lucas afirma expresamente que era una pecadora pública y que, además, fue perdonada (Lc 7, 3650)
En cuanto a la «Magdalena», era una de aquellas mujeres que seguían a Jesús y le servían (Lc 8). Asiste a la Crucifixión (Jn 19) y es a ella antes que a todos los demás a quien se parece Jesús resucitado (Mc 16; Le 24, Jn 20). No hay ninguna otra alusión en el Evangelio a sus pecados.
¿Son realmente tres estas mujeres? ¿o tal vez no son sino una sola? Para los griegos, que honran a Magdalena desde el siglo IV, se trata de tres personas distintas. Jamás se les ha ocurrido pensar que María de Magdala hubiera sido pecadora.
En cambio, para los latinos estas tres mujeres no son más que una, y es a María de Betania a quien, además de lo que le es propio, atribuyen todo lo que se dice de las otras dos, incluido el nombre de Magdalena. Su culto nace en Occidente hacia la mitad del siglo XI, cuando los benedictinos de Vézelay anunciaron que su cuerpo había llegado hasta ellos desde Provenza. Pronto llegó la riada de los peregrinos; las finanzas de la abadía prosperaron, y los monjes dedicaron a su nueva patrona una hermosa iglesia que hoy se puede visitar. Los provenzales les replicaron con tres santuarios en la región de Marsella: la Santa Cueva, donde Magdalena habría vivido treinta años; San Maximino, donde su cuerpo reposaba antes de partir hacia Vézelay; y Aigues Mortes, el lugar de su llegada a Francia con Marta, Lázaro y Sara, su sirvienta.
MARTIROLOGIO ROMANO. Memoria de santa María Magdalena, que, liberada por el Señor de siete demonios y convertida en su discípula, le siguió hasta el monte Calvario y mereció ser la primera que vio al Señor resucitado en la mañana de Pascua y la que se lo comunicó a los demás discípulos (s. I).
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