Murieron en el Jura (Francia); el primero en Condat en el 463 y el segundo en Leucone hacia el 480.
Román tenía treinta y cinco años cuando salió de su Bugey natal llevando consigo sólo una Vida de los padres del desierto. Puso rumbo al este, atravesó grandes bosques, y llegó hasta la confluencia de los ríos Tacon y Bienne. Había encontrado lo que buscaba: tierra para trabajar, una fuente, árboles y silencio. Vivió algunos años imitando a los anacoretas de la Tebaida, entregado a la oración y al trabajo manual. Con el tiempo llegaron hasta él tantos discípulos que tuvo que levantar dos monasterios: Condat y Leucona. Tres kilómetros distaban entre sí: del primero nació la ciudad de SaintClaude, del segundo la de San Lupicino.
Lupicino esperó a ser viudo para unirse a su hermano. Éste le confió la dirección de Leucona y él se quedó al frente de Condat. Sus caracteres eran muy diferentes: Román era dulce e indulgente, Lupicino era intransigente y severo. Román contestaba que su obligación era confiar en todos, dejando a Dios la elección final. Por lo demás, las virtudes y los defectos de ambos se equilibraban felizmente, para el bien de los dos monasterios. Cuando se introducía demasiado relajamiento en Condat, Lupicino tomaba el mando y restablecía la disciplina; cuando, a fuerza de ayunos y vigilias cundía en Leucona un cierto desánimo, era Román quien sustituía a su hermano, y animando a todos a dormir un poco más y a comer mejor, les devolvía el buen humor y la salud.
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